Creación


Un cuento a Carolina...
de Jun Isa

La noche avanzaba y la sangre, con su aroma mortal, corría por las escaleras de un pasado tan lejano. Habían amanecido juntos. El sol entró, con su abrigador brillo, por las ventanas que apuntaban, como un dedo acusador, hacía el lugar por donde salía siempre. Adentro, en la habitación, muy cerca de la cama, estaba un cuaderno que trataba de ocultar el paso del tiempo con algunos poemas escritos hace muchos años.


Unos golpes en la puerta, de quién sabe quién, azotaron su tranquilidad y golpearon mortalmente su pecho. Decidió ver por la ventana, pero unos pensamientos le atajaron y le congelaron en el lugar en donde estaba. - ¿Quién será? – se pregunto sin atreverse a moverse. Pensó por unos instantes que lo habían venido a buscar. - ¿pero quién sería? – se volvió a preguntar. Su madre estaba en una ciudad lejana, ninguno de sus amigos podría visitarlo a esa hora y sus vecinos, que casi no lo conocían, nunca tocaban su puerta ni preguntaban por él.

Pero alguien había tocado la puerta, alguien había toca su puerta, hace sólo un segundo, hace sólo menos de un segundo.

– Quisiera morir en tus brazos, está noche, o lo que queda de esta noche – le dijo sin ningún reparo mirando las luces de la calle de afuera.

– No seré yo quién te mate, te amo tanto que no puedo hacerlo, ¿entiendes? – le respondió ella mirándolo fijamente a los ojos.

– Lo tienes que hacer, no tengo más razones para seguir viviendo. Tú que siempre estuviste bien no estás en la capacidad de entenderme – diciendo esto la agarró de los brazos y la empujó sobre la pared.

– Suéltame en estos momentos – le ordenó ella y trato de zafarse.

Estos recuerdos le atormentaban en el pequeño instante entre el golpe de la puerta y la decisión que debía tomar. Su mente voló, en menos de un microsegundo, por todo lo que había pasado en la noche.

– Te amo Jun, ya quiero ser tu mujer – le dijo ella con una sonrisa que no tenía fin.

– Yo también quiero pasar el resto de mi vida contigo, quiero cuidarte y protegerte todos los días que me quedan por vivir – respondió mirándole a los ojos y tomándole en los brazos tan fuertemente como podía.

– Viviremos aquí unos años, y después, cuando haya acabado los cursos faltantes en la universidad, iremos a vivir a donde tú quieras – le propuso esto colgándose en su cuelo y dándole un amoroso beso.

Quiso llorar con estos recuerdos. Habían golpeado la puerta una vez más. Alguien en la calle lo llamó por su nombre. No reconoció la voz. Pero ahora sabía que era un hombre quien lo buscaba. Pensó que sí permanecía en silencio se iría pronto. Pero su mente ya había comenzado a volar y los recuerdos esperaban el instante en que debían visitarlo.

– Hola Jun, no se sí me recuerdas, pero yo si te recuerdo. Te llamas Jun, estudias literatura, te gusta el metal y eres poeta – le escribió ella como mensaje de texto a su celular.

– Veo que sabes más de mí que yo mismo, pero yo no recuerdo quien eres – le respondió con otro mensaje.

– Soy Carolina, chateamos en otro día, ¿Te acuerdas? – respondió ella después de y después de algunos segundos llego otro mensaje. – Mi Nick era Gatita Caro – recuerdas le dijo.

– Te recuerdo un poco, mi memoria es tan frágil – le respondió el con un mensaje de texto.

Y recordó toda esa conversación. Era la primera vez, hasta donde él recordaba, que conversó con ella. Pero días antes había tenido una llamada fallida desde ese número.

Estaba tendido en la cama, había pasado ya un minuto y no volvieron a tocar la puerta. La miró tendida en el piso y un profundo suspiro llenó todo el lugar. No entendía qué había hecho.

– Como se te conquista a ti – le preguntó, tímidamente, casi balbuceando.

– Con poesía, y creo que ya lo estás haciendo – le contesto con un sonrisa coqueta y mirándole a los ojos.

– Entonces. ¿Quieres ser mi novia? – volvió a preguntar decididamente.

– Sí, Jun, quiero ser más que eso – y lo abrazó con un amoroso beso que silencio la noche y la conversación. 

Estos recuerdos le alegraron por unos instantes, le sacaron de la realidad. Todo era hermoso en ese tiempo. Recordó, también, que la relación fue una de las mejores que tuvo. Todos los mementos felices desfilaron, como imágenes tan vividas, en su cerebro. Quiso quedarse en ese momento, quiso detener ese instante que nunca más iba a volver. Hubiera dado todo lo que tenía por quedarse congelado en esos recuerdos.

– Mátame, pues si te vas mi vida ya no tendrá sentido – le volvió a decir mientras le sujetaba de los brazos.

– Estás loco, lo nuestro ya no puede ser. Déjame ir – le grito ella mientras trataba de soltarse de esas tocas manos.

– No lo haré, no te soltaré – gritaba él, casi sin escuchar la voz de ella.

– Te denunciaré maldito. Entiende que lo nuestro ya murió – le dijo ella consiguiendo al fin soltarse.

– Lo nuestro murió, lo sé. Pero quiero morir con él – y se tiró a llorar sentado en la cama.

Las lágrimas recorrieron sus ojos y los recuerdos lo mataban. Ella se había ido ya hace mucho tiempo y sólo le quedaba un guante como recuerdo.

Alguien, con una llave, abrió la puerta y entró. Lo encontró tirado al borde de la cama, casi muerto.

– Jun lo nuestro no avanza. También creo que cuando nos veamos no será ya lo mismo. Además aquí ya estoy con alguien – dijo esto y su mundo, la de él, se destruyó. No había pensado en recibir una noticia tan mortal.

– Quiero que seas feliz, ese es mi anhelo – le dijo y sus ojos volaron al fin del mundo.

– Espero que lo entiendas, discúlpame, yo también me había hecho ilusiones contigo – y se fue para nunca más volver.

Lo encontraron recordando eso. Lo encontraron con altas dosis de alcohol. Habían pasado menos de dos minutos de los golpes en la puerta.

– Debes quedarte aquí, yo tengo que partir – y se fue tomando sus cosas.

– No te vayas, moriré sin ti – le dijo, pero ella ya no volteó a mirar atrás.

Los recuerdos volaron y se fueron. Se levantó y comenzó a conversar con su hermano con si nada hubiera pasado.

Cuento publicado en el blog Literatura de Altura http://literaturadelcerro.blogspot.com/